El otro día escuchaba en la radio a una tertuliana de la cadena SER cómo exponía su teoría de por qué la edad media de emancipación de los jóvenes españoles era tan alta, rondando los 30 años.

Tras unos minutos de disertación, lo que entendí de lo que la buena mujer quería decir era, más o menos, que no nos íbamos de casa porque no nos daba la real gana. Argumentaba que, si bien, el precio de los pisos está por las nubes (y el de los alquileres no le va muy a la zaga), le resultaba muy chocante que, precisamente en esta época invernal, las pistas de esquí estuvieran llenas de jóvenes, de esos mismos jóvenes que no tienen dinero para independizarse.

Así que, en resumen, se trata de que no tenemos dinero para comprar un piso porque nos lo gastamos en pegarnos la vida padre en salir por ahí, viajar, efectuar caras actividades de ocio, mientras que en casa de papá y mamá tenemos la vida resuelta, una cama, servicio de lavandería, comida caliente, etc.

Pues bien, querida señora (cuyo nombre no recuerdo), ahora le voy a comentar yo cómo veo la situación, basándome en mi entorno y mis experiencias personales.

Precisamente esa gente que va a esquiar, suelen ser los que tienen acceso a comprar una vivienda. Tienen acceso porque, bien tienen un alto poder adquisitivo, bien porque papá y mamá les ayudan. Yo llevo cuatro años ahorrando para intentar comprarme un piso y, vamos, ni se me pasa por la cabeza irme a esquiar (por poner un ejemplo), simplemente porque no me lo puedo permitir.

Igualmente, al menos en mi círculo de amistades, todos aquellos que se pegan viajes de fábula, esos viajes que algún día me gustaría protagonizar, todos están independizados o en proceso de ello (con su pisito ya comprado). En cambio, los que no tenemos para piso, nos conformamos con ir de vacaciones a la Costa Marrón.

¿Será que me quiero comprar un palacio? Pues no, simplemente quiero acceder a una vivienda digna. Por supuesto que no me voy a comprar el primer cuchitril que me ofrezcan por 40 millones de las antiguas pesetas. Tampoco estoy tan desesperado (aunque estoy empezando a estarlo). Pero tampoco estoy buscando comprarme un pisito como el del Príncipe de Asturias. Con algo normal (que tenga las comodidades básicas y no se caiga a cachos) me conformo.

A lo que quiero llegar a parar es a que no es bueno generalizar. Aunque igual va a ser que esa señora tenía razón. Los jóvenes españoles somos unos derrochones y nos gastamos el sueldo en las pistas de esquí. Claro, y la vivienda en España es cara porque los españolitos podemos pagarla...

Yo de mayor no quiero ser informático. Quiero ser dueño de una pista de esquí.