En estas fechas, en concreto en Nochebuena y Nochevieja, es tradición que los familiares y amigos se intercambien llamadas de teléfono para desearse unas felices fiestas y, en muchas ocasiones, retomar la pista de cada una de nuestras vidas, ya que con algunos puede que tardemos un año en volver a hablar.

Esta tradición en los últimos años se ha ido desviando hacia el envío de mensajes cortos al teléfono móvil (al fin y al cabo, ¿quién no tiene uno?). En un primer momento escribíamos mensajes a cada una de esas personas, después aprendimos a enviar el mismo mensaje a varios contactos y, por último, lo que se suele hacer es aprovechar algún mensaje recibido que nos ha llamado la atención para reenviarlo y felicitar las fiestas.

Pasa un poco como con el correo electrónico. Al final acabas recibiendo docenas de mensajes, normalmente con chistes, vídeos graciosos o tíos/tías en bolas (dependiendo del sexo u orientación sexual de cada uno, porque supongo que a vosotras también os mandarán esas cosas). Pero lo curioso es que muy poca gente se molesta en escribir 2 ó 3 líneas preguntándote qué tal te va o contándote algo de su vida.

Al final das por hecho que fulanito está bien porque te manda su chiste diario, o que menganito cambió de trabajo porque el correo electrónico desde el que te envía los viernes la ración de carne es de otro dominio. Un día, dejas de recibir los correos de esa persona y te preocupas. Pero simplemente resultaba que habían tenido un problema con el servidor de correo y habían estado una semana incomunicados. También está el caso de aquél que fue incluido en la lista de amiguetes por error, pero nunca se quejó de aquellos mails con tetas y culos. Doy fe de que todos estos casos son verídicos, y me han ocurrido alguna vez a mi o a alguien que tenía al lado.

Yo este año me he propuesto no enviar mensajes cortos genéricos, ni tan siquiera a grupos de personas. A algunas personas directamente las he llamado; hacía tiempo que no sabía de ellas. A otras no les he escrito, pero espero que sepan que me acuerdo de ellas, a ver si ahora por no enviar un mensaje vamos a estropear bonitas amistades. Y aquellas que han recibido algún mensaje mío (de parte mía y/o de mi novia) se habrán dado cuenta de que se ha escrito pensando exclusivamente en ellos.

Con ello, conste, no estoy censurando ninguna forma de hacer las cosas. De hecho, tampoco me parece mal. Alguno de los mensajes que he recibido me han hecho reír. Es sólo que me parece una manera un tanto impersonal de enviar buenos deseos.

El camino que estamos emprendiendo no parece muy halagüeño. De citarse antes de la cena familiar para tomar un café y charlar se pasa a la llamada telefónica, de ahí al mensaje corto y, por último, al reenvío. Parece mentira que en una sociedad en la que cada vez estamos más comunicados, paradójicamente, podamos estar tan solos.

Y yo he sido el primero que este año he cancelado mis cenas de Navidad y mis citas con los amigos para compartir un ratillo agradable charlando de nuestras cosas, pero este pasado y maldito año 2004 las circunstancias personales han jugado en contra.

¡Feliz año MMV!