El pasado día 21 de abril tuve la suerte de estar invitado a un evento en el que la empresa Fujitsu nos ha hecho una presentación de sus productos de IT, así como el estudio de tres casos prácticos de diversas empresas que tienen contratados servicios externalizados (outsourcing) con ellos.

El evento tuvo lugar en las instalaciones del Karting Carlos Sainz. Aparte de la presentación propiamente dicha, el desayuno, el almuerzo y las conversaciones con los demás invitados y el personal de Fujitsu, la organización tenía previsto que nos pusiéramos al volante de los karts y demostráramos nuestra pericia como pilotos.

Yo ya había estado allí corriendo en un par de ocasiones, pero esta vez la experiencia no ha tenido nada que ver con las anteriores. Primeramente se dividió a la totalidad de pilotos (casi todos varones menos dos chicas que se han animado) en cuatro grupos clasificatorios. Cada grupo participó en dos sesiones de clasificación de unas 6 ó 7 vueltas cada una. Los 12 mejores tiempos pasaron a la gran final.

Y ahí comenzó lo bueno. Porque las sesiones clasificatorias se parecieron bastante a lo que ya había vivido en mis anteriores visitas (salvo que tras la reforma que hicieron en el circuito han variado ligeramente el trazado). Te enfundas el mono, el casco, das unas vueltas con el coche saliendo desde boxes y al acabar el tiempo te dan una hoja con tus registros. Pues bien. La primera sesión se me dio regular, acabando sexto con un mejor tiempo de 36,61. En ese momento albergaba pocas esperanzas de colarme en el grupo de los 12 elegidos. Pero, curiosamente, todo cambió en la segunda tanda. En ella, con el circuito ya estudiado, y con un coche que andaba mejor (todo hay que decirlo), me colé segundo, con un tiempazo (para mí) de 32,97. Estaba clasificado para la gran final.

Tras el almuerzo ahí estaba yo, sentado en el kart, en la segunda posición de la parrilla de salida, con el corazón a mil pulsaciones y pegando pisotones al acelerador mientras aguardaba en tensión que el semáforo rojo tornara al color verde.

De repente el verde hizo su aparición. Hice una salida ligeramente mejor que el piloto que tenía la pole position, pero no llegué con suficiente ventaja a la primera curva, en la que iba por el exterior, y me pareció mal colarme de mala manera y a empujones. Así que seguí detrás de él, pero comenzó a marcar un ritmo que yo era incapaz de seguir. Este tercer kart del día era mucho más nervioso que los dos anteriores, y tenía menos agarre, por lo que en las primeras vueltas tuve que readaptar mi forma de pilotar y trazar las curvas. El primer clasificado se distanciaba cada vez más. Afortunadamente, yo también estaba abriendo hueco respecto al tercero, por lo que estaba tranquilo en ese sentido.

Las vueltas iban cayendo vertiginosamente una tras otra, y no lograba dar alcance al líder. Pero fue alcanzar a los primeros doblados y cambiar la situación de carrera. Uno de ellos no se daba por aludido cuando le mostraban las banderas azules, y no cedía el paso para que le adelantáramos. Así que conseguí, primero, alcanzar al primer clasificado y, segundo, rebasarle después de tener él un choque con el doblado.

Tras tener yo también algunos pequeños problemas con los pilotos con vuelta perdida, por fin me coloqué primero y sin nadie por delante. Quedaban tres vueltas para el final, pero yo ya había perdido la cuenta. Esas tres vueltas se me hicieron eternas. No hacía más que mirar hacia atrás para ver si el segundo estaba muy cerca, a la vez que procuraba trazar las curvas cerrando todos los huecos posibles de adelantamiento.

Esas tres vueltas finales se me hicieron casi tan largas como el resto de la carrera, pero al final lo conseguí. La victoria, mis 5 minutos de gloria subido al cajón más alto del podio, y un bonito trofeo de recuerdo de esa mañana inolvidable. Jamás había vivido la competición tan intensamente hasta ese día.