Esta vez la lectura ha sido ardua. Me ha llevado bastante completar el libro que me traía entre manos. Se ha conjurado la propia dificultad del texto con otros temas ajenos a la propia lectura, pero por fin lo conseguí. El viernes pasado concluí la lectura de la primera parte de la que es, probablemente, la novela en lengua española más conocida de todos los tiempos.

  • Autor: Miguel de Cervantes
  • Año: 1605 (Edición de 1982)
  • ISBN: 84-7551-000-0

Es un libro al que tenía ganas de hincarle el diente desde hace ya bastante tiempo. Pero con él pasa como con los monumentos de la ciudad donde uno vive. Uno se hace a la idea de que en cualquier momento están ahí para deleitarnos y, unas cosas por otras, se van dejando de lado. La excusa perfecta ha sido la falta momentánea de libros que devorar y, por otra parte, el cuarto centenario de su primera publicación, que se celebra este año.

Hablar de este libro puede parecer tan vacuo como derramar un vaso de agua en el vasto océano. Ríos de tinta han corrido a propósito de este libro. Incluso un autor, en su tiempo (Avellaneda), tuvo la idea de escribir una segunda parte apócrifa (en estos tristes días en que la cultura se ha convertido en mercadería pura, se calificaría seguramente como versión pirata), que el propio Cervantes se encargó de contrarrestar con la versión oficial de la continuación de las andanzas del Ingenioso Hidalgo.

La lectura del clásico me deja un sabor agridulce. En principio ya sabía a lo que me enfrentaba. Un castellano del siglo XVI-XVII con constantes referencias y guiños a una realidad de hace cuatro siglos. El texto está convenientemente apuntado con notas a pie de página que nos aclaran el significado de cuantos arcaísmos aparecen en el texto, así como nos ponen en situación antes del comienzo de cada capítulo.

Curiosamente, los fragmentos del relato más conocidos (los molinos, los odres de vino, el retorno al pueblo) son los que se me han hecho más aburridos (quizás por no sorprenderme). En cambio, otras partes y, en concreto, los relatos intercalados en la novela han sido los pasajes que me han resultado más gratificantes de leer.

En cuanto al libro en sí, como conjunto, tendría que estar muy docto en literatura española para emitir una valoración al respecto de si se puede considerar el mejor (o, al menos, el más importante). Así que mi humilde opinión de lector quedará en que, si bien no es un mal libro, sí que he de reconocer que los he leído mejores, tanto en léxico (aunque comparar literatura del Siglo de Oro con la actual tampoco es muy procedente) como en argumento y en desarrollo de los personajes. Sí que he de recomendar que se abstengan de iniciarlo siquiera gente que busque la diversión fácil y una lectura cómoda y rápida. Estimo que mi velocidad de lectura habitual se ha reducido a la mitad durante la lectura del Quijote.

En cualquier caso, tras un paréntesis de (probablemente) varios libros, retomaré las andanzas del Caballero de la Triste Figura en la segunda parte de esta gran obra de la literatura en lengua española.