"El niño con el pijama de rayas" es el típico libro que sale de vez en cuando y que, sin saber muy bien por qué, todo el mundo se está leyendo, se acaba de leer o se va a poner con él, y que te encuentras en primera plana de las estanterías de las librerías, centros comerciales y demás tiendas donde se venden libros. Además, también se ha realizado recientemente una adaptación cinematográfica, lo cual ayuda sin duda a aumentar su popularidad.

Últimamente, como ya he comentado alguna vez, estoy leyendo bastante menos, por no decir nada, desde que no voy en transporte público a trabajar. Pero tanto hablarme de él, al final ha terminado por despertar mi curiosidad. Así que teniendo en cuenta que es un libro corto (poco más de 200 páginas, con letra "grandecita"), he aprovechado la generosidad de una compañera de trabajo para pedírselo prestado y leérmelo, a ratos, en poco más de una semana.

Es un libro muy fácil de leer. La historia que narra es sencilla, directa, y se podría resumir en apenas unos párrafos. Pero, en este caso, la historia no es lo importante (es más, es de sobra conocida). ¿Dónde radica, pues, su encanto?

Lo que me ha sorprendido gratamente es la facilidad con que el autor nos hace meternos en la piel del niño protagonista. La clave está en la forma de contar la historia, que no es otra que el punto de vista del muchacho. Esa inocencia a la hora de enfrentarse a una realidad tan dura como el Holocausto. Asombra la candidez de las preguntas que hace, su interpretación de la realidad o su manera de rebelarse contra lo que no le gusta. En resumidas cuentas, la sencillez (que no simpleza) de los razonamientos de un niño, de su punto de vista ante el mundo.

Supongo que justo ese enfoque es la clave de que haya alcanzado tanta difusión.

Por otro lado, sospecho que es un relato al que se le puede sacar todavía más partido leyéndolo en su idioma original (inglés), pero también es probable que uno tenga que poseer cierto nivel si quiere estar capacitado para hacerlo.