Hace ya unos cuantos años, cuando salió Windows Vista, tuve un presentimiento: "Windows XP sería la última versión de Windows que usaría. Cuando me tocara actualizar, sería a otro sistema operativo". Efectivamente, así ha sido. En todo este tiempo Windows Vista ha fracasado y Microsoft ha lanzado una nueva versión de su sistema operativo: Windows 7. Pero no, tampoco lo voy a instalar.

En el trabajo ya cambié a Ubuntu hace unos meses, y la verdad es que no sé por qué no cambié antes. Aunque todavía tengo que afinar el rendimiento de mi portátil, estoy más que contento. Y cuando me ha tocado trabajar alguna vez desde casa, donde todavía tenía Windows, me sentía bastante "torpe".

Y en casa, era cuestión de tiempo, o de que petara el Windows. Como andar reinstalando siempre da pereza, ha sido lo segundo lo que ha precipitado los acontecimientos. Un buen día Windows decidió dejar de arrancar, así que llegó el momento de pasar a Ubuntu.

No pretendo entrar en guerras sobre cuál es la mejor distribución de Linux. Lo primero es porque no tengo ni idea de cuál será la mejor, y lo segundo porque, dependiendo de las necesidades, será más óptimo elegir una u otra. Yo he escogido Ubuntu porque parece estar bastante difundida, es sencilla de instalar y su base es Debian, la distribución que más conozco desde que, allá por el año 95, instalé mi primera Slackware.

Lo primero que hice fue arrancar con un Live CD con Ubuntu 10.04, para poder volcar el contenido del disco duro a una unidad externa, y poder disponer de todos los ficheros que pueda necesitar en el futuro. En mi caso, ya tenía la mayoría de información en un disco duro externo, así que este paso no es obligatorio, pero sí hubo un par de cosas que tuve que recuperar de mi malograda partición de Windows.

Lo siguiente fue formatear el disco e instalar Ubuntu desde el propio Live CD.

En poco más de una hora tenía nuevamente un ordenador básicamente funcional. Teniendo navegador (mi opción por defecto es Google Chrome), editor de textos (gEdit), suite ofimática (OpenOffice) y reproductor multimedia, ya tienes cubiertas casi todas las necesidades.

Así que, de ahora en adelante, iremos viendo cuáles son los programas que necesito en mi día a día (u ocasionalmente) y qué solución buscamos para disponer de ellos:

  • Buscar un sustituto para Linux que ofrezca las mismas funcionalidades.
  • Ejecutar el mismo programa bajo Wine.
  • Ejecutar el mismo programa en una máquina virtual.