Este fin de semana tuve un despiste de esos tontos que te cuestan dinero. No mucho, pero fastidia. El viernes compré por Internet unas entradas para ver El Hobbit. La idea era ir tranquilamente el sábado, a la sesión de las 19.00h, disfrutar de la película, que es más bien tirando a larga, y luego cenar algo con calma.

El sábado, al recoger las entradas en los terminales automáticos, un rato antes de comenzar la sesión, el aparato decía que la reserva no existía. Ya me encaminaba al mostrador de atención al cliente cuando, al echar un vistazo más detallado al resguardo que llevaba impreso, me di cuenta de lo que estaba ocurriendo.

No voy a criticar ahora la usabilidad de la página de Kinepolis. Aunque tenga aspectos mejorables, he comprado decenas de entradas antes y nunca he tenido problemas. De hecho, esta vez tampoco tuve ningún problema con la web. Lo que tuve fue un despiste.

En algún momento del proceso me equivoqué y seleccioné el viernes en lugar del sábado. Así que, para un día que pensaba que llegábamos con tiempo al cine, en realidad estábamos llegando casi un día tarde.

Y, para colmo, todavía hubo algo que me dolió más que los casi 20 euros dilapidados de una manera tan absurda. En mi bandeja de correo electrónico, desde el mismo sábado por la mañana, había un amable email de parte de Kinepolis preguntándome si me había gustado la película.

Estimados señores de Kinepolis: comprendo perfectamente que no me vayan a devolver el dinero de las entradas. En buena lid, dichos asientos estaban reservados para mí y ustedes no tenían manera de saber que yo no iba a ir y, en consecuencia, vender las entradas a otra persona (eso me ocurrió en la inauguración de UGC Ciné Cité de Méndez Álvaro, pero sería motivo para otro post). Sin embargo, ustedes sí que tienen manera de saber que yo no recogí mis entradas, ya que la operación no pudo quedar registrada en ninguno de sus terminales automáticos. Por tanto, de enviarme un email, habría sido todo un detalle algo del estilo de: "Señor Álvarez, ayer le echamos de menos, ¿qué le ocurrió que no pudo venir al cine?" Aunque sea un envío automatizado, igual que el que recibí, hubiera sido infinitamente más apropiado.