Como ya he explicado anteriormente por aquí, durante los últimos años tengo dedico poco tiempo a leer, menos del que me gustaría. Antes me aprovechaba de los trayectos al trabajo en transporte público para devorar libros. Pero ahora el tiempo libre lo reparto entre otras aficiones y la lectura la dejo para las épocas de vacaciones, algo en Semana Santa y Navidad y, principalmente, en las de verano. Ya suelo tener una lista de libros pendientes de leer y, en esos períodos, me pongo con libros de la lista que me dé tiempo. No obstante, durante el resto del año también leo. Principalmente libros técnicos y revistas.

Pero la salsa de la vida consiste en salirse de la rutina. Hace un par de semanas, dando un paseo por un centro comercial, entré en la Casa del Libro, simplemente por curiosear. En una de las mesas centrales donde tienen libros que, por algún motivo u otro, están ahí ubicados para que resulten más visibles al visitante ocasional. Y, a tenor de lo ocurrido, su mera existencia tiene sentido.

Me llamó la atención un libro en cuya portada estaba Steve Wozniak. Tanto el título del mismo, iWoz, como la foto de portada, un joven Wozniak en una pose de guitarrista con un Apple II en sus brazos, desde luego que son un buen reclamo.

Desde hace bastante tiempo que me ha interesado la historia de los fundadores de Apple. Curiosamente, las primeras anécdotas las conocí leyendo el libro "The Ultimate History Of Video Games", ya que Jobs trabajaba en Atari y Woz colaboró con ellos en el famoso "rediseño de la placa del Breakout". Más adelante, tras la muerte de Jobs, leí la biografía que escribió Walter Isaacson, y he visto dos o tres películas en las que tratan su figura y en las que, por cercanía, aparece Wozniak. La verdad es que, al ver este libro, pensaba que era nuevo, porque no lo conocía (y por estar ahí "destacado" en esa mesa central). Pero no, resulta que es una traducción de 2013 de un original de 2006.

Justo esa misma mañana tuve la suerte de asistir a una charla en RetroParla, en la que Gabriel Caffarena explicó los fundamentos del diseño de ordenadores clásicos mediante FPGAs. Y, como ejemplo, nos mostró un Apple II. Fue la primera vez que tuve oportunidad de ver ese ordenador en funcionamiento y, más concretamente, el Karateka de Jordan Mechner. Un juego que tenía ganas de ver en funcionamiento desde que, hace un par de veranos, leí sendos libros del propio Jordan en los que contaba el proceso de desarrollo de su primer juego, el citado Karateka, y el segundo, mucho más conocido, Prince Of Persia.

Todas estas casualidades fueron caldo de cultivo para ponerme con la lectura no planificada de este iWoz, al que le he dedicado apenas un puñado de jornadas.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que la obra, como ya he comentado, fue publicada en 2006. Por tanto, faltan 10 años de historia. Lo segundo que llama la atención es que no da la impresión de ser una biografía bien estructurada y con pretensiones de ser un texto de referencia. Es más una colección de recuerdos que el propio Woz nos va contando. Hay partes del relato que resultan algo inconexas, quizás porque el protagonista no las recuerda o les quita importancia y pasa por encima de ellas sin relatarlas. Lo que sí que creo que consigue el libro es que nos hagamos una idea de qué tipo de persona es Steve Wozniak.

Desde luego que hay ciertos aspectos que resultan de lo más llamativos. Además de la influencia positiva de su padre, encaminando su predisposición por la ingeniería, está claro que el tipo tiene un don. Una persona con unas capacidades normales, entendiendo normales como corrientes, no es capaz de diseñar un Breakout en apenas cuatro días usando una cantidad de circuitos integrados muy inferior a lo habitual. Él solo diseñó el Apple I y el Apple II, y desarrolló el software monitor o el controlador de disquetera de este último.

Ser tan brillante fue uno de los motivos por los cuales Wozniak era multimillonario antes de cumplir los 30 años. Pero no fue el único. Recordemos que su objetivo era difundir sus diseños. Le facilitaba copia de los planos del Apple I a todo el mundo en su club de informática y, probablemente, a cualquiera que estuviera interesado. Sin un alma comercial como la de Steve Jobs a su lado, probablemente seguiría siendo un ingeniero de Hewlett-Packard a día de hoy. Porque, fortuna personal aparte, lo que sí que ha dejado claro Steve Wozniak es su escaso interés por los puestos de gestión y dirección de grandes empresas. Lo suyo es la ingeniería, resolver problemas, ayudar a los demás y, en general, hacer más fácil la vida de la gente.

Y no sólo es necesaria una visión comercial para hacerse multimillonario, sino también para que tu empresa se mantenga a flote. Bien es cierto que Apple atravesó una grave crisis durante la década de los 90 (creo que, principalmente, por traicionar sus señas de identidad), pero pensemos que casi todos sus competidores de la época de los 80, al menos en Europa, como Sinclair, Amstrad, Commodore, etcétera, quebraron o están fuera del negocio.

Otro punto que llama bastante la atención tras la lectura del libro es el alegato al individualismo que hace al final del libro. Sorprende en tanto en cuanto parece lógico pensar que con la colaboración y el trabajo en equipo podemos ser más productivos y alcanzar objetivos más complejos. No obstante, a uno le da por pensar y darse cuenta de que muchos de los proyectos y grandes empresas del mundo de la tecnología fueron iniciados por una persona o un grupo muy reducido de ellas. Algunas también a finales de los setenta, como la propia Apple, pero otras más recientemente (estoy pensando en Facebook, pero seguro que hay más ejemplos). Incluso llevándome el razonamiento al terreno de la retroinformática, portales como SPA2 o World Of Spectrum, y proyectos como el escaneo de la revista Microhobby, fueron labores llevadas a cabo o, al menos, lideradas por una sola persona. Y se ha comprobado que, cuando esa persona ha faltado, el proyecto se ha tambaleado o ha quedado en suspenso.

En resumen, Steve Wozniak fue un personaje clave para la fundación de Apple Computers, pero quizás su huella en la empresa de Cupertino se ha diluido a lo largo de todos estos años, mientras que la de Jobs quedó más patente, al menos hasta su fallecimiento.