Como ya conté por aquí en su momento, hace ocho años que soy un (satisfecho) usuario de Mac. Hasta ahora ha sido un equipo que, tras el inevitable período de adaptación, ha conseguido que me sienta muy cómodo con él, que sea más productivo con las tareas que realizo con él —que son muchas y muy variadas, que no haya requerido de limpiezas ni reinstalaciones de sistema operativo, que solo me ha dado una avería grave en todo este tiempo (y que pude arreglar por mí mismo) y que, después de una ampliación de memoria (a 16GB) y actualización de disco duro (cambiando el que venía por una unidad SSD de tamaño similar), mantiene un rendimiento bastante aceptable a día de hoy (en unos párrafos retomaré este punto).

Sin embargo, nada dura eternamente. Y los cambios y "mejoras" que ha ido introduciendo Apple en la gama MacBook Pro durante estos años, lejos de fidelizarme, me ha ido metiendo el miedo en el cuerpo. Cuando llegue la hora, espero que dentro de mucho tiempo, de renovar mi portátil, cada vez tengo más dudas de si será otro Mac. La Touch Bar en sustitución de las —para mí imprescindibles— teclas de función, el teclado mariposa, la memoria y el disco soldados en la placa, la eliminación del conector MagSafe, el sistema operativo con un rendimiento cada vez peor y con más limitaciones y, finalmente, el injustificable aumento de precio; los Mac deben de ser los únicos ordenadores que, con el paso del tiempo, se encarecen en vez de abaratarse, como siempre ha ocurrido con toda la electrónica de consumo.

Todo esto eran suposiciones, pero mis temores se han hecho realidad este verano. Desde el año pasado dispongo en el trabajo de un MacBook Pro de 2019 con unas características muy parecidas a mi portátil personal: procesador Intel i7 (obviamente más moderno), 16GB de RAM, pantalla de 13" (Retina, no como la del mío que es "estándar") y disco SSD (bastante más pequeño, 250GB vs 750GB). Implementa por supuesto la maldita Touch Bar del demonio, cuatro puertos USB-C y carece de conector MagSafe, lo cual me ha obligado a tener que comprar un montón de dongles para conectar los accesorios de los que ya dispongo en casa. La versión del sistema en ambos equipos es macOS 10.14 "Mojave", ya que me niego a actualizar a la última versión, "Catalina".

MacBook Pro 2019 MacBook Pro 2019

Es cierto que en el trabajo le damos bastante caña, con máquinas virtuales y demás, pero este verano el rendimiento ha sido insufrible, llegando a quedarse "congelado" y teniendo que seleccionar cuidadosamente qué programas abría para poder seguir trabajando. Aunque no tengo certeza de ello, lo achaco al calor, ya que el verano pasado no me ocurrió. Y, a diferencia de éste, estaba en la oficina, no teletrabajando en casa sin aire acondicionado. Para más inri, hubo un par de días en los que refrescó durante los cuales no tuve tantos problemas. ¿Casualidad?

Parece ser que el ordenador incluye una característica, conocida como thermal throttling, que reduce la velocidad de reloj del procesador para bajar la temperatura del mismo. Además el equipo es bastante silencioso y fino, lo cual seguramente no le ayuda a disipar calor.

Y es algo que no entiendo. La gama de ordenadores se llama MacBook Pro. Yo soy un usuario pro(fesional), y lo que necesito es que el equipo me entregue toda la potencia que lleva dentro, no un diseño bonito para fardar en el Starbucks de turno. Si es necesario, que los fabriquen un poco más anchos y más pesados, que tienen margen, y que no escatimen en refrigeración o número y variedad de puertos de entrada/salida. Porque además son ordenadores caros, y cada vez más. Mi ordenador me costó algo menos de 1.600€ en 2012, que ya era un pastizal. Me gasté 60€ en 16GB de memoria (y vendí los 8 que tenía no recuerdo por cuánto). Y 200€ en un disco SSD de 750GB. En total, 1.860€. El equivalente en la actualidad se va 2.379€. Y, como digo, aunque el procesador es de última generación, su rendimiento es peor. Lo nunca visto.

Por otro lado, está el sistema operativo. Cuando cambié el disco duro interno por uno SSD en 2016 tenía instalado OSX El Capitan, y el ordenador empezó a volar. Literalmente parecía que había comprado uno nuevo. Sin embargo, desde entonces, con cada nueva actualización, cada vez va más lento. Estoy tentado de reinstalar de cero y volver a esa versión, y si no lo he hecho todavía es porque me da mucha pereza y el rendimiento sigue siendo aceptable. Hubo una época, cuando Apple cobraba por su sistema operativo, en la que cada versión solía ser más optimizada que la anterior. Desde que han pasado a la gratuidad y las entregas anuales, parece que eso no va a ocurrir nunca más.

El próximo cambio a procesadores ARM tampoco me suscita demasiado entusiasmo, ya que probablemente tendría problemas con temas de emulación y virtualización, características de las que hago un uso intensivo en mi trabajo y mis proyectos personales, aparte de todo el tema juegos y emulación. Así que dentro de unos años —espero que muchos— será curioso volver por aquí y contar cuál será mi ordenador portátil del futuro.