Hoy hace 25 años que mi abuelo nos dejó. Digo mi abuelo porque, por desgracia, a mi otro abuelo, el padre de mi padre, no llegué a conocerlo.

Fue, como se suele decir, mi primera experiencia con la muerte. Y fue así, de repente, sin previo aviso. Y la verdad es que casi lo prefiero así; cuando alguien a quien quieres se ha de ir, que no sea tras una enfermedad, corta o larga, pero sin solución. O que sea porque ya ha pasado su tiempo aquí, si es que esa expresión tiene algún sentido.

Fue la primera vez que tuve que acostumbrarme a dejar de ver por obligación a alguien a quien veía todos los días. Y, aunque uno termina por hacerse a la idea (la rutina enseguida lo invade todo), siempre está bien acordarse de aquellos a quien ya no puedes ver cuando haces pereza por ver a los que todavía estamos por aquí, pero nunca "tenemos tiempo" para hacerlo.

A mi abuelo le gustaba la tecnología, la que había en aquella época, claro. Se entretenía montando radios de válvulas. Me pregunto cómo se habría sentido al ver todos los avances que han acontecido en todo este tiempo. Fue él quien me compró mi primer ordenador (y ayudó a que me compraran el segundo), y me gustaría haberle preguntado qué le parecía manejar uno, ya que nunca le vi hacerlo, o no lo recuerdo. Supongo que, cuando él trabajaba de contable, todavía no se usaban las hojas de cálculo.

En fin, ha pasado muchísimo tiempo, pero aquel día no lo olvidaré nunca. Cómo me dieron la noticia y cómo celebramos "de aquella manera" el cumpleaños de mi primo David. Las dos efemérides quedaron ligadas para siempre desde aquel momento.

Yo soy de la opinión de que uno sigue vivo mientras haya alguien aquí que le recuerde, aunque sea por un instante. Y yo he de reconocer que, en parte, y como no puede ser de otra forma, me he convertido en la persona que soy ahora gracias a él.

Gracias por todo, abuelo.

Mi abuelo: Andrés Valero Martín Mi abuelo: Andrés Valero Martín