Esta mañana he salido a la calle pensando en las Navidades que acaban de terminar. Este año, por motivos familiares y laborales han sido unas fiestas muy extrañas, amén de que los días señalados han caído en sábado, lo cual ha contribuido a "enrarecer" el ambiente.

De repente, en uno de esos rocambolescos saltos que a veces da el hilo del pensamiento, me he visto transportado a las Navidades de 1984, exactamente hace 20 años. En esas fechas, conocí algo que, visto con la perspectiva de un par de décadas, cambió el rumbo de mi vida. Hace 20 años conocí al Spectrum.

Ese fue el regalo de Papá Noel de mi vecino de al lado. En aquella época, ver un ordenador tan de cerca era algo casi mágico. Cómo debió ser la impresión de grande que preferí quedarme en casa de mi vecino viendo aquella maravilla que ir a Juvenalia, donde el año anterior había tenido mi primer contacto con los videojuegos jugando a una versión doméstica del mítico Pong.

El juego que tenía cargado era el Chequered Flag, un simulador de coches (simulador visto con perspectiva histórica, por supuesto). Como digo, aquel cacharro me encandiló, y no paré hasta conseguir uno. En concreto, fue mi abuelo quien me regaló un Spectrum + por mi comunión, el 16 de junio de 1985. El precio, la friolera de 39.900 pesetas de la época, una auténtica fortuna.

De lo que me arrepiento, quizás, es de que aquel primer contacto con los ordenadores me pilló demasiado pequeño. Si hubiera tenido algo más de edad y conocimientos, seguramente habría hecho alguna otra cosa que no fuera jugar. Si bien hice mis pinitos en BASIC, principalmente tecleando listados de la revista Microhobby, creando algunos propios, no pasé de ahí, y mi gran pasión se desplazó al componente lúdico más consumista del ordenador: los juegos.

En cualquier caso, lo que sí está claro es que si ahora soy Licenciado en Informática y trabajo en esto de los ordenadores es, en parte, por la influencia de aquel pequeño gominolas, que conocí en una fría mañana de diciembre de 1984, como digo, hace ya 20 años.

Por desgracia el sector parece que, en su mayor parte, ha perdido aquella componente romántica que existía en sus inicios y se ha convertido en una máquina mejor o peor engrasada de hacer dinero. Es por eso que siempre me queda un pequeño resquemor por haber llegado tarde (o, por edad, demasiado pronto) a este mundillo.

Curiosamente, este año los Reyes Magos me han traído una Game Boy Advance, con la que igual me saco una espinita que tengo clavada desde hace mucho tiempo: programar un juego.

Para aquellos interesados en revivir aquella nostalgia y comprobar que todavía hay (poco) movimiento alrededor del Spectrum, en la sección de Enlaces podéis encontrar un par de ellos que pueden resultar, cuanto menos, curiosos.