Para un sábado noche o para cualquier otro día (lo que pasa es que para los que trabajamos a diario entre semana, los viernes y los sábados por la noche son los días más propicios para efectuar actividades lúdico-nocturnas).

La verdad es que jamás se me habría ocurrido proponer por iniciativa propia la actividad que hicimos anoche, pero he de confesar que me encantó y que merece mucho la pena.

Invitados por Miguel, le acompañamos a él y a su mujer a una "fiesta" muy especial. El grupo Trotamontes celebraba el aniversario de la primera colocación del libro de firmas en el mirador Luis Rosales (situado cerca de Cercedilla, en la sierra madrileña). La reunión se celebró en el propio mirador, y la gracia del asunto es que tuvimos que subir y bajar... de noche.

Si inaudito parece el plan, todavía lo es más el hecho de que, durante el trayecto, nos encontramos más gente que, a pie o en bicicleta, andaba transitando por aquellos senderos. Es decir, no fuimos los únicos "locos".

Es una experiencia inolvidable, ir caminando en plena noche, escuchando únicamente el murmullo de la naturaleza, al principio del camino ayudados por una linterna, para más tarde acostumbrar a nuestros ojos a ver en la oscuridad (no había luna), en un trayecto de subida hasta el mirador que duró una hora aproximadamente.

La vista del cielo es impresionante, miles de estrellas aparecen ante nuestros ojos, especialmente del lado oeste, ya que hacia la orientación contraria la contaminación lumínica sigue siendo excesiva para una completa observación de la bóveda celeste.

Una vez arriba, cenamos un ligero tentempié mientras conocimos a un grupo de personas entrañable y departimos acerca de cualquier cosa que se nos iba ocurriendo. Desde arriba, también tuvimos ocasión de ser espectadores de excepción de los fuegos artificiales que se lanzaron durante la noche desde distintos pueblos de los alrededores. También tuve la suerte de poder contemplar hasta tres estrellas fugaces. Insisto que la contemplación del cielo no tiene nada que ver con lo poco que podemos atisbar desde Madrid capital y alrededores.

Tras un par de horitas arriba, vuelta al camino, esta vez una cómoda bajada, y en una hora estábamos de vuelta en el aparcamiento.

Hoy seguramente que paguemos físicamente el esfuerzo de hacer algo a lo que no estamos acostumbrados. Pero el cansancio se supera con la satisfacción de haber realizado algo nuevo, distinto y, sobre todo, divertido.