Parece que fue ayer cuando volví de vacaciones de verano (que este año fueron de relax total y no se me hicieron excesivamente cortas, pese a que duraron apenas dos semanas y algún día más). Y, en realidad, ha transcurrido poco más que mes y medio. Pero el caso es que, por unas cosas o por otras, me da la impresión de que haya transcurrido año y medio.

Así que me marcho otro par de semanas (no es que me haya salido de "ahí", ya lo tenía decidido desde antes del verano).

La primera de ellas, a la playa, a tomarme la vida con mucha filosofía y, sobre todo, a descansar y desconectar de todo. La segunda, ya de vuelta, pero a poner un poco de orden en mi vida para prepararme para los cambios que se avecinan (profesional y personalmente).

La pena es que no hayan podido ser 15 días de desconexión total, pero urgencias en el trabajo me han hecho tener que posponerlo una semana y, lo que es peor, hacer que ya no coincidan los días libres con los de mi novia. Espero que el esfuerzo haya merecido la pena.

Sólo deseo volver con fuerzas para aguantar el tirón, al menos hasta las navidades, donde tendré la oportunidad (si nada se tuerce), de pillar algunos días de asueto.